martes, 11 de noviembre de 2008

El tren de J. Mª


Yo, para todo viaje
—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no

acostumbro a dormir yo,
y de día, por mirar
los arbolitos pasar,

yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.
¡Este placer de alejarse!

Londres, Madrid, Ponferrada,
tan lindos... para marcharse.
Lo molesto es la llegada.
Luego, el tren, al caminar,
siempre nos hace soñar;
y casi, casi olvidamos
el jamelgo que montamos.
¡Oh el pollino
que sabe bien el camino!
¿Dónde estamos?
¿Dónde todos nos bajamos?
¡Frente a mí va una monjita
tan bonita!
Tiene esa expresión serena
que a la pena
da una esperanza infinita.
Y yo pienso: Tú eres buena;

porque diste tus amores
a Jesús; porque no quieres
ser madre de pecadores.
Mas tú eres
maternal,
bendita entre las mujeres,
madrecita virginal.
Algo en tu rostro es divino
bajo tus cofias de lino.
Tus mejillas
—esas rosas amarillas—
fueron rosadas, y, luego,
ardió en tus entrañas fuego;

y hoy, esposa de la Cruz,
ya eres luz, y sólo luz...
¡Todas las mujeres bellas

fueran, como tú, doncellas
en un convento a encerrarse!...
Y la niña que yo quiero,
¡ay!, preferirá casarse
con un mocito barbero!
El tren camina y camina,
y la máquina resuella,
y tose con tos ferina.
¡Vamos en una centella!
El Tren, Antonio Machado

Los que habéis visitado el otro blog habréis visto una foto que ha hecho que vuelva y que, días después, me ha traído a la cabeza un poema de Antonio Machado. Si queréis leer alguno más...

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